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Esperanza, la loca | Cuentos imaginativos y nihilistas utiles para pensar
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Cuentos cortos imaginativos y nihilistas

Esperanza, la loca

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Es incomodo estar en esa postura durante horas e igualmente incomodo, sino mas, estar viendo la misma cadena de televisión de forma continua, un día tras otro de manera que parece que el mundo sea una rotación permanente que me lleva cada veinticuatro horas a la misma escena sin ser, como en el día de la marmota, la oportunidad de ligar con la persona de tu vida, sino la de mujeres, hombres y viceversa o la de sálvame naranja, limón o de lujo. Puedo asegurar que no hay comparación posible entre Andy Mc Dowell y Lidia Lozano, y mucho menos entre Bill Murray y Jorge Javier Vázquez .

No obstante no me puedo quejar pues la postura es cómoda, la temperatura ideal, no como aquel bajón de hace dos o tres semanas en el que llegué a pasar bastante frío durante un par de días. Además la escalera es muy tranquila pues casi no quedamos ya vecinos. Los del cuarto se han ido a vivir unos números mas arriba pues a sus años ya no tienen fuerzas para subir los ciento cuatro escalones que hay hasta el cuarto ¡que suerte tengo yo de vivir en los bajos, pues no podría subir ni tampoco cambiarme de piso con lo que me ha quedado de pensión. En el tercero, justo debajo sigue viviendo Conchita, la murciana, vive sola desde que su marido el Quim murió de un infarto hace años y su hija, la Conxiteta se fue a trabajar a Inglaterra o por ahí. Sigue haciendo cada día la picada para la comida.

Es tan tranquila la escalera que si en la tele no hablan muy fuerte puedo oír cuando entran o salen los pocos vecinos que quedan. Ayer, sin ir mas lejos creo que María, la de la niña ciega, llamó a mi puerta y después dijo no se qué. En estos días no estoy para visitas y ni le contesté, pobre chica, después de la vida que ha llevado, madre soltera de la cieguecita, se le mueren los padres casi a la vez y al poco le pilla un cáncer la hermana y se muere al año. Eso si que es desgracia. Además dicen que su hija , la ciega, no le habla porque no le ha perdonado que la tuviese escondida y dijese que era adoptada.

La verdad es que poco caso les hago a todos, y menos en estos días en que mi distracción es mirar la tele. Ni siquiera me asomo ya a la ventana para ver pasar a la gente por la rambla. Si, sé que me llaman Esperanza la loca pero tanto me da.

Mañana le toca venir Ariadna, la voluntaria que viene una vez por semana a hacerme compañía. Tendría que mirar que queda de comida y de bebida para ir a comprar algo. No debe de quedar mucho porque hace unos días que no salgo a comprar. Ahora sale el impresentable ese del Matamoros gritándole a uno de los otros por no sé que rollo de la exclusiva de una boda. Voy a prestar atención porque parece interesante.

Lo de la comida me preocupa. Me refiero a que cada día tengo menos apetito. De lo que me dejo hecho Ariadna hace días… no me acuerdo muy bien cuanto hace, creo que fue la semana pasada, casi no he comido nada. Debe de ser por eso que no tengo ganas de hacer de vientre ni de orinar. Al final lo del Matamoros se ha quedado en que mañana desvelarán el secreto de no sé que cosa que le ha pasado a la rubia flaca esa que sale en el programa y no sé si lo darán en el naranja o en el limón. Bueno, tanto da porque veré los dos. Ahora empieza pasapalabra. Creo que vuelve a haber alguien en la puerta de mi piso.

Me acuerdo de hace unos años cuando la escalera rebosaba vida, solo con los alumnos de Don Rafael (1), el maestro, ya se animaba media tarde. Con lo serio que parecía y al final me enteré que lo echaron del colegio porque le metía mano a los niños, grave tendría que ser para que los curas hiciesen eso. Parece que en las clases particulares en su casa también había algo de eso… y su esposa la señora María, toda una señora, aguantándoselo toda una vida. Bueno, ahora ella ya está descansando en paz y él, según dicen está en su pueblo, allá por Almería o por Salamanca, no sé.

Hay que ver lo que sabe estos concursantes de pasapalabra. Me llaman la loca porqué al morir mi marido en la guerra me quedé muy sola y buscaba cariño en cualquier hombre, solo con que pasase delante de mi ventana ya era motivo para ser bien acogido en mi alcoba. Sé que lo que no gustó a las vecinas fue que tuviese viviendo conmigo a un soldado moro durante tres meses. Con el tiempo dijeron que no les gustó porque era de un soldado del ejercito, mal llamado, nacional pero yo sé que no era por eso sino porque era moro. El pobre Youssef se volvió a Marruecos sin las babuchas de oro que le habían prometido cuando lo enrolaron, pero gracias a que las estuvo esperando pacientemente lo tuve tres meses conmigo. Después pasaron otros pero conforme la posguerra se fue alejando y yo me fui haciendo mas vieja dejaron de pasar y me convertí definitivamente en Esperanza la loca, la que vive sola en los bajos.

Si hubiese existido la tele y un programa como el que están dando no me hubiese costado nada encontrar una pareja que hubiese estado conmigo para siempre. Hay que ver como se visten las chicas para ir a eso de mujeres, hombres y viceversa, y lo guapos y lo buen mozos que son los chicos que salen. Como esos no tuvo yo a ninguno aunque Youssef no estaba mal, pero era bajito y no iba tan limpio como los chavales de la tele, ni mucho menos.

No sé porque me viene a la cabeza la Doloretas, su marido y su hija. Ella sacaba al marido o la hija al patio cuando se portaban mal, cogía un cinturón y les pegaba con él hasta que se cansaba. Con el marido seguramente era lo mas adecuado pues varias veces lo habían pillado asustando niñas de noche en los parques, enseñándoles la polla, lo que le había costado alguna que otra paliza de padres o hermanos, pero la hija era una buena chica que estaba enamorada de su novio y que, por tanto, le gustaba pegarse el lote con él cuando podía y creía que su madre no los veía. Cunado la madre se enteró de que el novio tenía un concesionario de SEAT dejó de pegar a la chica y le compraba los condones para que el novio se la tirase a gusto a ver si así se casaban de una vez.

Vuelven a haber gente en mi puerta. Ahora parece que son varias personas, se oye la voz de varios hombres y entre ellas oigo a Ariadna diciéndoles que lleva unos cuantos días sin poder entrar en mi casa y que está preocupada. Es un encanto de criatura. Me sabe mal por ella porque cuando consigan entrar y me encuentre aquí muerta, se va a dar un hartón de llorar, pobre niña.

Parece que la pelirroja de la falda corta y el rubio cachas se gustan, que suerte tienen algunas, si fuese joven, definitivamente, me presentaba a este programa. Aunque me temo que los muertos están en cautiverio y no nos dejan salir del cementerio.

(1) Ver La señora María y Rafael
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