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Elógio de Pablo Diego Osborne | Cuentos imaginativos y nihilistas utiles para pensar
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Cuentos cortos imaginativos y nihilistas

Elógio de Pablo Diego Osborne

John W2

Pablo Diego Osborne es una leyenda en la Alianza. En los treinta años en que colaboró activamente, participó en cuarenta y dos linchamientos, ciento cincuenta quemas de casas (mas otras catorce dinamitadas), trece iglesias asaltadas y calcinadas en su mayoría (no incluidas entre las casas anteriores), mas de trescientas palizas (una gran parte de ellas azotando con el látigo al condenado) e innumerables asesinatos (se calcula que unos veintisiete). Su colaboración se desarrolló entre principios de los años veinte y mil novecientos setenta.

Entre sus actuaciones mas famosas (y atendiéndonos a lo que dicen fuentes muy fiables de la propia Alianza) están: el asesinato de Milton Pérez en Cuangatunga; la muerte de Victor Damian, en el sesenta y seis; el asesinato de Walden Rodríguez Jr. en el cincuenta y siete, al que personalmente empujó, según indican estas mismas fuentes, desde lo alto del puente sobre el río Atabacama. No queda tan claro, pues aquí las informaciones son contradictorias, que tomase parte en el sesenta y cuatro en el asesinato de Conejo, Gutierrez y Sanchiz, también en el estado de Cuangatunga. Donde no parece haber dudas es con respecto al homicidio de Viola López en el sesenta y cinco, del que dicen que hay fotos por Internet, en donde se le ve (ya mayor), empuñando una escopeta recortada junto a la víctima, aún con vida.

Fue un hombre de principios, pues jamás violó o mató a mujeres menores de doce años, ni a viudas, ni mayores (tanto hombres como mujeres) de setenta. Es mas, recriminaba duramente a los participantes en ese tipo de tropelías, durante y después de las mismas, y propuso muchas veces que esas prácticas fuesen eliminadas al menos por lo que respecta a las mujeres blancas indianas. Como prueba de sus principios morales está el hecho de que fuese uno de los principales promotores de los ataques a burdeles y hoteles de carretera, así como de la política, finalmente aceptada por todos, de que el mejor tratamiento para acabar con las prostitutas era una buena docena de latigazos en medio del bosque, atada desnuda a un árbol y el posterior corte de pelo al cero. Todo ello, como se ve, muy alejado de la violencia de otros, y muy en la línea del espíritu cristiano del castigo y de la penitencia para los pecadores.

Tampoco estuvo muy de acuerdo con la actuación del 'jefe' Santos quién no tuvo bastante con raptar y envenenar a su secretaria, sino que también le provocó heridas mordiéndola ferozmente con su propia boca. Consideraba que Santos era una persona con demasiados excesos (lo prueban los innecesarios mordiscos), y no digna de confianza. El tiempo le dio la razón cuando, Santos, para salvar su pellejo, delató a muchos miembros de la Alianza, entre ellos el propio Pablo Diego que se salvó gracias a las amistades que se había ganado con su actitud siempre caballerosa.

A lo largo su extensa historia vio como la Alianza sufría ataques desde fuera y desde dentro. El siempre permaneció fiel a los principios y apoyó a aquellas personas que, de manera honesta, seguían luchando por dios, por la raza y por la nación.

No menos importante es su aportación en el ámbito internacional, su fraternal relación con otros países del mundo hacia los que no escatimó nunca su ayuda y colaboración. Incluso, en alguna ocasión, tuvo que pagarse de su propio bolsillo los costes de los viajes. Conocidos son sus visitas a Alemania y a Sudáfrica, y conocida también la magnifica impresión que dejó en ellos de manera tal que raro era el año en que no viajase al país africano (a Alemania dejó de hacerlo por motivos evidentes), apoyando en todo lo que podía al Partido Nacionalista Unificado. De esa época vino su gran amistad con Malan quién posteriormente, al alcanzar la presidencia, lo nombró cónsul honorario de Sudáfrica en el estado de Nuevo Arroyo. Esa es la explicación, no conocida por todo el mundo, de que en el jardín de su casa ondeasen, orgullosamente juntas, la liberal con la Die ou vlag

La leyenda se acrecienta si tenemos en cuenta que en sus últimas actuaciones, Pablo Diego Osborne, tenía mas de sesenta y cinco años lo que, sin duda, da mas mérito a su labor. Nadie recuerda que tuviera nunca un reproche, una queja al ser despertado de madrugada, un punto de duda en cuanto a linchar, quemar, dinamitar o disparar a alguien que se lo mereciese. Siempre fue un miembro disciplinado y colaborador.

En el momento de su jubilación recibió un merecido homenaje de sus compañeros. Vino gente desde estados lejanos que no querían perderse tan entrañable acto (incluso hubo una representación afrikáner). En su discurso recordó, con lagrimas en los ojos, las épocas gloriosas de la Alianza, cuando eran mas de cuatro cientos mil en todo el país. Hizo un detallado recorrido de su historia, no exento de divertidas anécdotas (como la del mestizo que colgaron por error, al confundirse de casa el que guiaba al llevar un pedo (así lo dijo Pablo Diego literalmente) de aguardiente impresionante), que fueron celebradas con grandes carcajadas por parte de todos. Sin duda, el momento mas emotivo fue al recordar que, por desgracia, no había tenido ningún hijo que pudiese seguir con la labor que él había empezado. Por último agradeció la colaboración, la camaradería y la actitud, siempre cristiana, de todos los compañeros, teniendo frases muy cariñosas para aquellos que ya habían fallecido y que descansaban, sin ninguna duda, en el seno del señor.

Posteriormente, se le pidió en ocasiones su colaboración, pero él, que vivía un merecido descanso en su casa residencial de Santa Eulalia, siempre rehusó hacerlo, no por falta de ganas o de valor (ya lo había demostrado sobradamente en su vida), sino porque consideraba que no estaba bien pisarle el terreno a las nuevas generaciones. Tal era su caballerosidad y honestidad. Solo acepto participar en una ocasión en el linchamiento de un revolucionario con el irrefutable razonamiento de que si había colgado al padre, tenía la obligación moral de hacer lo mismo con el hijo. En esa ocasión, por desgracia, se vio que los años no perdonan, que ya estaba viejo para estos menesteres (tuvo un ataque de artritis que obligo a llamar a una ambulancia que tuvo que ir hasta la misma escena del linchamiento). Desde aquel día no le llamaron nunca mas.

Murió cristianamente a los ochenta y dos años, en su cama, rodeado de su extensa familia y de sus amigos. Su entierro fue uno de los actos sociales mas importantes en los últimos años, con asistencia de políticos, banqueros, industriales, gente del cine y del teatro, y toda las personas honradas y de buen corazón de Santa Eulalia. Hoy en día su tumba se puede reconocer por la gran cantidad de flores que siempre hay depositadas a los pies de la gran estatua de mármol blanco, que lo representa montado a caballo, con la cabeza cubierta con su estimado sombrero de cowboy y con una flamígera antorcha elevándose al cielo desde mano derecha. Descanse en paz Pablo Diego Osborne.


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